ANTONIO JIMÉNEZ ÁLVAREZ
GUARDIA MUNICIPAL

Antonio el municipal o Antonio el Largo

como le llamábamos cariñosamente,

Nació en Facinas el once de agosto de 1910 y murió cuando contaba 98 años.

El apodo le venía por su gran estatura, pero debieron ponerle “el bueno” o el “simpático”, porque eso sobresalía aún más en su personalidad que el tamaño de su cuerpo, que ya era destacado, sobre todo en aquellos tiempos donde la estatura media no era muy alta.

Casado con María Álvarez que falleció muchos años anteriores a él, fueron los padres de Nina, Paca, María y dos mellizas, Luz y Pepa, todas excelentes y simpáticas personas, felizmente casadas, con hijos y nietos.

El apelativo de “municipal” indica la profesión que tuvo durante toda la vida, por lo menos esa es la que siempre le conocimos hasta que se jubiló.

Trabajo que cumplió con bastante “cintura” como se dice, ya que es difícil mantener el orden entre vecinos, entre gente conocida a la que hay que llamarle la atención y que por el hecho de conocerse de toda la vida cuesta mas trabajo.

En la época de Antonio todavía no existían los problemas de la droga, las motos, los ruidos, etc, pero sí había enfrentamientos entre vecinos algunas veces provocado por las necesidades que se padecían.

También ocurría en ocasiones que la bebida hacía cometer acciones que “alteraban el orden”, y ahí Antonio tenía que intervenir.

Por aquellos tiempos existía una pequeña habitación junto al ayuntamiento que le decían “la cárcel”. No era más que un cuarto de no más de 20 metros donde eran encerrados aquellos que se excedían por cualquier motivo.

Creo que muy pocas veces se utilizó, incluso cuentan que en más de una ocasión el encerrado se escapaba al momento de alejarse el guardia. Todavía permanece este “edificio” como dependencia municipal.

Parece que no, pero era un trabajo delicado, porque no es agradable sancionar a aquellas personas con las que convives y conoces de toda la vida.

Antonio supo cumplir su obligación lo mejor que supo y pudo, y a veces “con dolor de su corazón”.

Su porte de hombre alto, delgado, recto, siempre uniformado, con una palabra agradable y una salida jocosa, aún permanece en nuestra memoria.

Los últimos años los dedicó a la huerta. Todos los días subía a las Cabrerizas donde cultivaba toda clase de hortalizas y frutas. Tenía más de ochenta años cuando la edad y las piernas le obligaron a abandonar la actividad que toda la vida desempeñó.

Antonio será recordado como un buen hombre, simpático, buen padre y un típico “agente del orden” de aquellos tiempos.

Facinas, 23 de octubre de 2008